Por Augusto Barcaglioni - Consultor y docente universitario. Creador del Método Cognitio de Aprendizaje Acelerativo. Premio Academia Nacional de Educación.

En la mayoría de las aulas del sistema educativo, los estudiantes dejan entrever serios problemas de fondo cuando aluden a las condiciones de aprendizaje que viven cotidianamente. Expresiones tales como ‘me aburro en clase’, ‘no me gusta estudiar’, ‘el docente tal está siempre nervioso y no nos escucha’, ‘al docente tal no le entendemos nada’ y muchas más, ponen de relieve una seria advertencia y constituyen verdaderas paradojas que, hasta el día de hoy, no se les ha prestado la debida atención.
A título de ejemplo, una encuesta realizada a 300 adolescentes tomados al azar, pertenecientes a establecimientos públicos y privados, permitió obtener respuestas sobre las actividades de aprendizaje llevadas a cabo por aquéllos en el lapso de un mes. Acerca de la relación entre temas afines, 80% no recuerda haber comparado e integrado temas de otras áreas, ni pudo explicar si el docente les enseñó a analizarlos o aplicarlos, por lo que contestaron con imprecisiones y de manera tosca.
En cuanto a la relación entre teoría y práctica, 90% consideró que muy pocas veces, o casi nunca, aplican la teoría a casos reales, sustituyendo tal falencia por la memorización mecánica para cumplimentar las exigencias escolares. Ello impide procesos cognitivos superiores, como razonar, analizar o sintetizar. Así, mientras el horario escolar se cumple externamente, todos repiten normativas que cuidan el orden formal de la institución en lugar de formar las mentes para aprender creativamente y pensar con disciplina y rigurosidad.
Si los estudiantes observan a educadores confundidos que no enseñan a pensar, el conflicto no resuelto promoverá más caos y discordia.
Por tal razón, cabría decir que muchas aulas son lugares de dependencia cuyos contenidos rígidos y obsoletos, utilizando una metáfora por la vía de la ironía y del absurdo, hacen “madurar el intelecto en una maceta” en lugar de hacerlo en la tierra fértil de la comprobación y en el amplio campo de hipótesis relacionadas con la vida y sus diferentes manifestaciones.

Una red de mala praxis para el desperdicio del talento 
Dichas aulas supeditan los pensamientos, sentimientos y actividades al dictamen de un sistema cuya rigidez genera indiferencia emocional en estudiantes y docentes ávidos de aprender por sí mismos, de crear y dialogar con alegría y motivación. En este modelo intervienen varios personajes que interactúan creando una simbiosis y una red de verdadera mala praxis pedagógica que debería alertar a todo padre y educador consciente.

Ciertos directivos se desempeñan como profesionales de la desconfianza y permanentemente mantienen al claustro docente bajo sospecha. Por su parte, en dicho ámbito algunos docentes siguen encerrados en sus estereotipos y ejercen con lamentable profesionalidad el arte de la descalificación hacia alumnos de bajo rendimiento. En tal contexto, los padres, ya egresados del sistema, quizás decidieron mantener distancia y hasta cierta indiferencia con la forma de aprendizaje de sus propios hijos quienes, como futuros egresados, quizás estén aprendiendo a vivir con pesimismo y con falta de confianza en sí mismos.
En este circuito de mala praxis, el trabajo forzado de la mente y el ejercicio cotidiano en el rol de alumno pasivo y sumiso, no permiten el acceso a la autonomía, generando alteraciones que convierten muchas aulas en lugares “iatrogénicos” que conllevan el desperdicio del talento, ínsito en la vida de quien anhela ser más y superarse a través del conocimiento.
Teniendo en cuenta que todo desperdicio proviene del mal funcionamiento, en educación el desperdicio se origina por el funcionamiento indebido de la inteligencia, inhabilitando el ejercicio de la capacidad para pensar, decidir y actuar con acierto. Ello configura un cúmulo de situaciones adversas, como la pérdida del rendimiento escolar, la deserción y el estrés docente. Pero el mayor desperdicio es la pérdida casi insuperable de la alegría para aprender y el opacamiento inercial que sobreviene de la desorganización mental.

Hacia un trabajo causal de aguas profundas
Todo ello plantea la urgente necesidad de encarar un trabajo causal de aguas profundas para restablecer la dinámica de un proceso cuyos instrumentos potencien el talento y las propias aptitudes. Ello será posible mediante una metodología y una actitud comprometida con la formación y el desarrollo humano. La experiencia indica que las políticas a implementar no deben quedar encerradas en la lógica del más de lo mismo ni en planes que encaren soluciones aparentes en la periferia del sistema; si ello ocurriera, los funcionarios permanecerán presenciando el “oleaje” de las quejas en la “playa” de los efectos y síntomas, sin poderlos atenuar.
Por eso, es necesario trabajar de manera causal y no sintomática para evitar la humillación de evaluaciones cuya sencillez y obviedad no autorizarían imaginar resultados adversos. Cualquier docente preguntará, entonces, qué debe hacer y cuáles son las herramientas a utilizar. Ello apela necesariamente a la creatividad, a la flexibilidad de pensamiento, a la capacidad e idoneidad en el área de especialización. A partir de allí, todo docente, con costo cero y sin erogación alguna, podrá utilizar un herramental sencillo pero activo para que la mente infanto-juvenil logre percibir nuevos horizontes con confianza en las propias capacidades.
El sentido común indica que este proceso no se podría realizar sin la motivación e interés de quien aprende, por lo que el trabajo didáctico deberá resolver hipótesis y estar encauzado al proceso creativo del grupo mediante tareas que inciten la búsqueda permanente de nuevas hipótesis.
La formulación de preguntas previo al desarrollo temático, la presentación de situaciones polémicas y conflictivas, la confrontación de hipótesis, la simulación analógica, la construcción de escenarios alternativos, requieren un proceso creativo que permita al grupo dinamizar su estado mental y orientarlo a un aprendizaje efectivo.
El verdadero arte de educar y de enseñar a pensar con acierto consiste en revertir la memorización mecánica y enseñar a recordar con inteligencia y con conciencia el método acerca de cómo buscar y aplicar la información más que en recordarla en sí misma. Ello permitirá un nivel de conocimientos y competencias que faciliten a los jóvenes acceder a nuevas condiciones de elevación y superación personal.

Fuente: Los Andes