Cultura y una excursión astronómica al Salto de la Vieja

Una siesta con un sol deslumbrante nos hizo despedir a los dos colectivos que iniciaban la expedición astronómica al Salto de la Vieja a unos 50 km al norte de la ciudad.
Maximiliano Chernak y Germán Coronel atesoran los telescopios que nos asistirán en la aventura nocturna. Llevamos sonido, silletas, mantas, mate, facturas, cámaras fotográficas, y la expectativa de una noche muy fría.

                                                                               


El viaje por la ruta 95 nos deposita en la rotonda de ingreso a Tres Isletas, y de allí a la derecha por ruta 9, el ingreso al Camping de Salto de la Vieja es un trayecto muy breve.
El lugar es un escenario que exuda las características de nuestro Chaco, vegetación achaparrada y en isletas. El portento del quebracho, la majestuosidad del algarrobo, itines y aromitos.

Un riacho en bajante muy marcada, y una bomba que bombea agua a unos kilómetros al norte donde se la potabiliza para proveer del vital elemento a la localidad de Tres Isletas.

Habíamos marcado un itinerario de actividades antes de que cayera la noche y lo vamos cumpliendo.
Al poco de estar, una delegación de funcionarios del municipio tresiletense llega a acompañarnos. También traen lo prometido en charlas telefónicas previas, un historiador.

René Verón se llama este señor apasionado que enciende la tarde noche con sus relatos vívidos, llenos de magia y experiencias.
Nos cuenta del profundo pozo que existe a escasos metros de dónde estamos, en el centro mismo de ese riacho en cuya superficie espejamos fotos sin parar.
El motivo de este nombre que convoca a la simpatía cada vez que uno lo pronuncia: Salto de la Vieja.
Va y viene en su relato oral, y se despide, con unos versos preciosos de su autoría, inspirados en un profundo amor al Chaco y su mano verdosa.

Maximiliano y Germán se suceden en explicaciones relevantes sobre la flora del lugar. Ejercen un magisterio en el cuidado de la naturaleza que nos enorgullece porque son miembros de una Secretaría que dedica su atención a aquello que ambos pregonan como trascendente en esas clases sin aulas y con una escenografía incomparable.
Las nubes que comenzaron a llegar con los últimos rayos del sol se instalan definitivamente en el cielo del lugar y de allí no se moverán hasta que el horario de partida se cumpla.

Mientras que el estrellerío chaqueño se esconde tras densas capas de nubes. Desplegamos telescopios y cámaras. Se apagan las luces del lugar y habrá que esperar varios minutos para que nuestras pupilas dilatadas por el esfuerzo de ver en lo oscuro se adapten y puedan vislumbrar apenas las siluetas del grupo.

Ahí estamos en comunión bajo las estrellas que no se dejan ver. Iniciamos hace horas un viaje a las estrellas que ahora nos son esquivas. Maximiliano y Germán dan sendas clases magistrales sobre Astronomía. Llegan las preguntas que no sabemos quiénes las hacen, porque sólo podemos escucharlas.
Unos 70 apasionados por el mundo de los cuerpos celestes aguardan que la naturaleza descorra su telón de nubes y nos permita el ancestral encanto de una noche mágica y tachonada de estrellas.

Al final sólo podemos cumplir con el primer objetivo: la noche fue mágica, porque nos reunió en un escenario natural y encantador pero el segundo objetivo no pudo cumplirse. Pese a que las previsiones meteorológicas anunciaban cielo despejado, la naturaleza volvió a enseñarnos que no todo podemos manejar a nuestro arbitrio.

Nos prometemos volver, Salto de la Vieja, es un lugar de leyendas, de antiguos mitos, de cuando el hombre aún, no se creía el amo de todo.
Aprendimos de la sabia naturaleza que es ella quién debe disponer y nosotros respetarla y cuidarla. No es menor la enseñanza alcanzada en plena noche en ese pedacito oscuro de monte chaqueño.

                                                                                 


Gracias a quiénes fueron protagonistas de este viaje inédito, personas mayores y jóvenes, muchos jóvenes que atesoran pasión. Gracias a la gente del municipio de Tres Isletas y su presencia humana, afectuosa. Gracias a Maxi y Germán, a la Secretaría de Cultura por autorizar esta expedición entrañable. Y gracias al cielo por cerrarse y enseñarnos más de lo que íbamos a buscar: que somos apenas, una circunstancia minúscula, en un universo inabarcable a la comprensión humana.

Fuente: Cultura S P






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