La secundaria depende de lo que hagamos todos

Es común considerar que el buen profesor es aquel que reprueba a muchos alumnos, y bueno aquel colegio secundario que castiga con dureza a quienes no cumplen con la aprobación del 80 por ciento de las materias. Sin embargo, es necesario analizar la situación, porque respondemos automáticamente reproduciendo las reacciones coherentes con un sistema educativo que descalifica antes que calificar, que expulsa antes que implementar medidas que retengan a los adolescentes, que se enorgullece cuando tiene pocos alumnos pero cumplidores de plazos de aprendizaje impuestos para todos por igual, sin tener en cuenta diferencias individuales, grupales, institucionales e incluso regionales.
Hagamos un razonamiento simple: frente a los resultados que obtiene un alumno al finalizar cada año escolar, se lo puede alentar por lo que aprendió o bien “ningunearlo” y sólo reprenderlo por aquello que no supo, no quiso o no pudo aprender. Cuando, desde esta segunda postura, se obliga a un estudiante a repetir el año porque reprobó tres materias (la mayor concentración de repetidores se produce con tres materias) se descalifica su esfuerzo en el estudio de las otras diez (o hasta doce en algunas provincias), se lo obliga a volver a cursarlas separándolo de su grupo de pertenencia y se lo coloca en el lugar del fracaso. Muchos chicos deciden, contra la voluntad familiar, no regresar más a la escuela y cargan, quizá para toda la vida, con una fisura profunda de su autoestima y de sus proyectos.[leer más]

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