Eduardo López
El miércoles último los argentinos celebraron sus primeros veinticinco años de democracia ininterrumpida, tras la impresionante seguidilla de golpes militares que terminaron en dictadura sangrienta. Un lapso propicio para hacer un balance, ya que un cuarto de siglo atrás la dirigencia política, intérprete del sistema democrático, se juramentó que “nunca más” volvería a suceder eso en la Argentina.
Un juramento que implicaba ser protagonistas de una democracia vigorosa que superara los defectos que la desacreditaron, y exaltara las virtudes que la hacen el sistema más respetable para el progreso de los pueblos. El pueblo Hoy, cinco lustros después y a la luz de los acontecimientos que se fueron sucediendo, algunos tortuosos y difíciles, otros gratos y de progreso, se puede afirmar que el aprendizaje ha sido mucho más positivo y elocuente en el pueblo que en los dirigentes
El miércoles último los argentinos celebraron sus primeros veinticinco años de democracia ininterrumpida, tras la impresionante seguidilla de golpes militares que terminaron en dictadura sangrienta. Un lapso propicio para hacer un balance, ya que un cuarto de siglo atrás la dirigencia política, intérprete del sistema democrático, se juramentó que “nunca más” volvería a suceder eso en la Argentina.
Un juramento que implicaba ser protagonistas de una democracia vigorosa que superara los defectos que la desacreditaron, y exaltara las virtudes que la hacen el sistema más respetable para el progreso de los pueblos. El pueblo Hoy, cinco lustros después y a la luz de los acontecimientos que se fueron sucediendo, algunos tortuosos y difíciles, otros gratos y de progreso, se puede afirmar que el aprendizaje ha sido mucho más positivo y elocuente en el pueblo que en los dirigentes
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