El valor de algunos silencios

Claudia Araujo
El que calla otorga, dice el refrán. Sin embargo, demorar el enojo antes de responder a una agresión o a una simple amenaza podría detener mucha de la violencia que domina hoy nuestras vidas y que nos vuelve esclavos de las mismas palabras que pronunciamos.

Toda guerra es injusta y todo conflicto tiene solución. Los enfrentamientos en Gaza superaron las fronteras geográficas de su territorio y engendraron más violencia en otros puntos del planeta, fundamentalmente al abrirse espacios de expresión y rechazo. Pero esos mismos enfrentamientos, que quizá para muchos pueda parecer tan distantes de nuestra realidad, también mueven a pensar cuánto hacemos por construir antes que por destruir, cuánto por reparar antes que dañar y cuánto por decir antes que simplemente hablar. Con la palabra, vehículo indispensable para hacer concreto el pensamiento, podemos comunicarnos, aprender y saber más sobre uno y los demás; evolucionar individualmente, como grupo social y como cultura. Sin embargo, cuando el valor asignado al habla pierde sentido, cuando dialogar ya no es construir ni enriquecernos y se convierte en un mero intercambio de signos, es preferible guardar silencio

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