Cuando se confunde inclusión con permisividad

Claudia Araujo

¿Por qué cada vez que se plantea un cambio que propone incluir a más voces, democratizar opiniones, pacificar y amigar a las partes se lo tilda de facilista, demagógico o permisivo? Con el anuncio del Consejo Federal de Educación de prohibir que los chicos repitan el primer grado de la escuela primaria pasa algo parecido.



Pocos fueron los que se detuvieron a analizar los fundamentos de la decisión difundida esta semana antes de rechazarla terminantemente.

Expresiones locales

Ayer NORTE reprodujo declaraciones de la representante de la Asociación de Trabajadores de la Educación del Chaco, Rosa Petrovich, a Chaco Día por Día. La docente criticó la medida al afirmar que se buscaba instalar “una política del facilismo con el solo fin de dibujar estadísticas y decir que se mejora” para “hacer más laxas las exigencias en la escuela”. Además de lamentar que los sindicatos estuvieran exentos de participar en la decisión, aseguró que “se hace un daño tremendo” con consecuencias que recaerán en los mismos docentes. Su percepción es atendible, tanto como la de los impulsores de los cambios introducidos en la escuela pública en la última década, por ello cabe citar algunos fundamentos.

El ministro de Educación del Chaco adelantó a varios medios los puntos por los cuales se decidió prohibir que los niños repitan el primer grado. Ayer los plasmó en una carta abierta: “Si estamos equivocados, debatamos, como docentes que somos, sobre teorías e ideas fundadas“, propuso Francisco Romero. En la argumentación se enuncia que desde la perspectiva teórica de la lectoescritura y su pedagogía, un niño aprende a leer y escribir en dos años, por lo que se concibe al primer y segundo grado como una unidad o bloque. Cita además que no existe en la actualidad ninguna teoría ni disciplinar ni pedagógica que sostenga que los niños pueden aprender lectoescritura en un solo año. Una postura que UNICEF también avala “por las huellas traumáticas y el estigma que deja en quien repite, dado que un 70% también repetirá otros grados hasta abandonar la escuela, convencido de que la escuela no es para él o para ella”.

En cuanto a las estadísticas de repitentes, se menciona que mientras la media nacional para primaria es de 4,2% en primer grado asciende a 7,5. En el Chaco pasó de 14, 5 en 2007, a 10,7 en 2010, y a 8, 2 en 2011. En consecuencia el ministro chaqueño insta a debatir “desde teorías e ideas fundadas” y pide a quienes cuestionan, a discutir con razones fundadas.

Desde Buenos Aires

El sábado Silvina Premat publicó en La Nación una nota titulada ¿La educación nunca fue menos exigente que hoy?, en un intento por indagar el efecto de las reformas introducidas en los últimos años. La autora transcribe la opinión de varias fuentes sobre la resolución difundida en la semana al interpretar que “hizo resurgir la vieja discusión en torno al facilismo o rigurosidad necesarios en el sistema educativo”, mezclando aspectos disciplinarios con académicos.

Las comparaciones casi parecen equiparse la situación a la quienes hace dos décadas cuestionaban la Convención de los Derechos del Niño o defendían la paliza al diálogo.

En una posición semejante a la de Atech, la Unión de Docentes Argentinos (UDA) manifestó su disconformidad con las modificaciones anunciadas para el sistema educativo “por unilaterales e inconsultas”. Para el sindicato, que asegura acompañar medidas de carácter inclusivo y de calidad, “es necesario cumplir la Ley de Educación Nacional, en cuanto a la convocar a gremios docentes para considerar agendas definidas de común acuerdo”.

También lamentó que estén pendientes de discusión numerosas cuestiones para el nivel primario como la enseñanza de lengua extranjera, la aplicación de jornadas extendidas, condiciones edilicias, de la excesiva matrícula que va en detrimento del trabajo docente y del aprendizaje del alumno, además del uso de nuevas tecnologías y provisión de netbooks para este nivel.Para UDA “estas actitudes del Ministerio sólo generan malestar en el sector docente”.

Hace casi una semana, cuando se presentó la decisión acordada por los ministros de Educación del país, el jefe de la cartera nacional Alberto Sileoni anticipó las reacciones y abrió el paraguas: “Puede ser que genere polémica, pero es totalmente justa y se sustenta en evidencia científica que demuestra que los chicos logran aprender a leer y a escribir recién al final de segundo grado”. “Si a un universitario le damos la posibilidad de rendir un final varias veces, ¿por qué a nuestros alumnos más pequeños les vamos a dar mucho menos tiempo para que promocionen disciplinas como lengua y matemática?”, preguntó.

La experiencia de la escuela pública demuestra que lo hecho antes no arrojó mejores resultados. Educar con inclusión exige esfuerzos mayores, más tiempo y un ejercicio diario de la tolerancia. Si algunos solo pueden asociar la inclusión al facilismo, entonces ¿la rigurosidad a qué equivaldría?



Fuente: D. Norte

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