Día del Periodista: un oficio apasionante y riesgoso

“El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con quien miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”. (Mariano Moreno).


“El periodismo es el mejor oficio del mundo”, es el título de un ensayo de Gabriel García Márquez, que ha hecho correr ríos de tinta en torno al debate que generó la afirmación del escritor. Quienes aman el oficio y lo ejercen cotidianamente saben que es verdad y a la vez no. Una extraña paradoja entre la pasión personal y el contexto en que desarrolla el periodista su actividad.

Los periodistas hombres y mujeres elegimos este oficio conscientes de que demanda un fuerte compromiso que implica, entre otras cosas, el compromiso con la verdad y la sabiduría de darla a conocer en el momento oportuno y con la sensatez y reflexión necesarias para evitar confrontaciones inútiles y no generar en la comunidad inquietudes innecesarias .

Es el mejor oficio del mundo cuando somos conscientes de la función social de una profesión que debe ser mediadora entre los sucesos y la sociedad, sea como testigos o como investigadores. Pero no lo es cuando en el curso de esa mediación se construye o fabrica una situación que, o tergiversa la realidad o, peor, se construye una nueva, de acuerdo con los intereses a menudo ajenos al bien público.

Es el mejor oficio del mundo cuando quienes lo ejercemos aceptamos que, de un modo u otro, la comunidad espera nuestra palabra para cuestionar al poder y sus prácticas -oficialismo u oposición-; pero deja de serlo cuando esa interpelación se produce desde tendencias personales, institucionales o partidarias, impidiendo el debate público de ideas, base de una democracia verdaderamente participativa.

Y lo es cuando se reconoce que no es lo mismo objetividad que imparcialidad. La objetividad en estado puro no es posible desde el momento en que la o el periodista debe subjetivar la realidad antes de convertirla en una nota, un reportaje o un comentario. La segunda, en cambio, no solo es posible sino deseable, porque permite tomar distancia de los extremos de la polarización y, sobre todo, garantizar a sus audiencias el goce del derecho a la información.
Hay mucho por decir en torno al oficio del periodista, que hoy se celebra, pero todo se resume en la importancia que deben darle tanto los profesionales -hombres y mujeres- como quienes se sirven de ellos, a la función social que cumple: sin periodistas es imposible la opinión pública autónoma, y por tanto, la verdadera democracia.

¿Argentina, qué cambió
con la ley de medios?

A más de dos años de su entrada en vigencia, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual avanza, de manera irregular, hacia su principal objetivo: transformar el mapa comunicativo del país. Parcialmente trabada por amparos judiciales, su aplicación efectiva depende de una voluntad política capaz de enfrentar décadas de inacción y desidia estatal.

Si bien no faltan quienes afirman que la norma sólo sirvió para obligar a que los canales coloquen placas al comienzo y al final de cada espacio publicitario, un repaso atento por las pantallas indica que los resultados fueron mucho más allá.

Aunque suene obvio, cabe resaltar que la primera modificación fue la constitución de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) que terminó con una intervención de veintiséis años en el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer). Aquel organismo, hoy extinto, había sido creado bajo la dictadura de Alejandro Lanusse y continuó durante el último gobierno militar. Las administraciones democráticas que se sucedieron desde 1983 hasta la fecha se limitaron a colocar un interventor; el último de ellos fue Gabriel Mariotto.El organismo, que hoy dirige el exdiputado nacional Santiago Aragón, incorpora un control legislativo inédito en las experiencias argentinas. De acuerdo con el texto de la norma, tres de los sietes miembros del directorio de la Afsca deben salir de una Comisión Bicameral de Seguimiento, incluyendo integrantes de la segunda y tercera minorías parlamentarias. Hasta el año pasado, la oposición no había nombrado a sus representantes: luego decidieron integrarla, pero la mayoría del kirchnerismo aún no convocó a la comisión. Otra medida importante fue la realización de un censo global de prestadores, “un relevamiento integral del mapa mediático realmente existente”, según definieron desde la Afsca.

Esta resolución ayudó a desarrollar un plan técnico para satisfacer la demanda de espectro y permitió identificar a los licenciatarios reales y detectar “zonas de conflicto” o superposiciones de señales. Un último elemento clave fue el ordenamiento de la grilla de la televisión por cable. En 2010, una resolución de la Afsca estableció que primero debían aparecer los canales informativos, seguidos por los de Televisión Abierta, el canal Encuentro, las señales deportivas, las infantiles y los canales internacionales de noticias. Se trata de una clasificación temática, más prolija, pero que chocó inevitablemente con los intereses de los dueños de los cables (quienes movían los canales en función de acuerdos comerciales, además de otorgar un lugar preferencial a las señales propias).

Las nuevas voces

Luego de décadas de abandono, el mapa analógico del país era relativamente pobre: 44 canales de televisión por aire, 33 de los cuales tienen gerenciamiento privado, diez de los estados provinciales y uno dependiente de una universidad.

Para enriquecer este escenario, la Argentina cuenta con una de las legislaciones “más avanzadas del continente”, según destacó el relator de las Naciones Unidas sobre Libertad de Expresión, Frank La Rue. Un aspecto inédito de la ley es la reserva de un tercio del espectro para operadores sin fines de lucro y que permite, por primera vez, que las cooperativas accedan a la titularidad de licencias de radio y TV. Este marco, sumado a la compresión técnica que permite la digitalización, crea condiciones más que favorables para la multiplicación de señales. Se llamó a un concurso para 220 señales de TV Abierta -110 sin fines de lucro y 110 privados comerciales- en aquellas ciudades en las que está instalada la plataforma de la Televisión Digital Abierta (TDA). El espectro está repartido entre los canales históricos, que recibieron su señal espejo para digital, la frecuencia de la ciudad, y un remanente de licencias que se ofrece vía concurso. Una medida histórica: hace más de treinta años que no había concursos para nuevas licencias.

No cabe dudas de que, medidas de este tipo, garantizan el pleno derecho a la información y refuerzan el sentido plural, diverso y democrático de la Ley de Medios, aun cuando estos avances deben enmarcarse en muchos desafíos y cuestiones o reclamos pendientes a los que es imprescindible dar respuestas.

Fuente: D. Norte

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