Cansancio y hastío antes de empezar

Claudia Araujo

Tal vez sea ése el origen de muchos de los problemas: se subestima demasiado la inteligencia ajena. Lo hacen algunos sindicalistas que creen que sus afiliados comen vidrio y van de las narices hacia donde cierta dirigencia pusilánime les dice que lo hagan. Lo hacen los funcionarios que “dibujan” discursos grandilocuentes pero blandengues en los hechos. Lo hacen los periodistas que hacen “la plancha”, reproducen dichos y fórmulas viejas y van al seguro título efectista.

Mirada interior El Chaco no es el único sitio donde los temas de agenda educativa cumplen una especie de rotación elíptica, que generalmente abarca cuatro o cinco aspectos: los paros, la calidad, conflictos en las escuelas y logros, que por supuesto son minoría o la excepción. Con sólo enumerar y recordar algunos de los títulos de noticias que se reproducen en los medios uno se agota. Ni hablar de quienes debemos trabajar y hablar sobre ellas. Mucho peor será —suponemos— para quienes tienen que leerlas. Además a la hora de opinar resulta tentador caer en el golpe fácil, la burla desdeñosa o el simple menoscabo. Desvinculación También está el fenómeno de la difusión “institucional” de cada entidad, sector o persona pública que infestó de gacetillas a portales, programas de radio y de diarios, por supuesto. Ya nos hemos referido a esa actividad antes y la conocemos por dentro, después de haber hecho experiencia en ese campo también. Al parecer, una elemental necesidad de comunicar opiniones, reacciones, pronunciamientos y hasta denuncias cobró vida y creció desmesuradamente hasta revertir una relación más directa entre del periodista y sus fuentes. Como en el cine En gran medida la realidad que leemos hoy en las páginas de los periódicos se condice más con un relato contado por operadores de prensa, antes que por actores protagónicos. A tal punto que podríamos hablar de una ficción de lo que en realidad sucede. Es como si nos contaran algo distinto de lo que vemos, y quienes acudían a las fuentes por información ahora se limitan a interpretar gacetillas o a quedarse con las versiones de algo que sucedió a la vuelta de la esquina. Asombra ver tanto diálogo tercerizado. Un alto en el camino Pero de regreso a lo educativo, el planteo de esta semana era romper con las discusiones que a través de los medios se reprodujeron, dejar de lado las especulaciones sobre si habrá o no acuerdo entre sindicatos y gobierno, sobre el piso de las paritarias nacionales o sobre las políticas que permitirán garantizar un año con más días de clases y de calidad. La propuesta es tomarnos un respiro y mirar otros aspectos más simples, que nunca serán noticia en un periódico: conversaciones comunes y anónimas que se escuchan en la cola del banco, en un colectivo, en la sobremesa de una reunión familiar, en la costa del río y en cuanto espacio haya dos o más comprovincianos, que reproducimos a continuación. “Los años en la docencia me pesan y ya no tengo la misma energía que hace dos, tres o cinco años; admiro a esas colegas que se ven tan vitales pese a estar cerca de jubilarse”, dicho por una maestra jardinera con más de 15 años de antigüedad. “Cada vez es más común ver a padres que ya no saben cómo deshacerse de sus hijos, los dejan donde sea con tal de pasar el menor tiempo posible con ellos porque parece que les molestan”, de una mujer a otra, en la peluquería. “¿Por qué los profesores no ponen en práctica lo que se pregona en las clases y en los libros?”, cuestionamiento de un estudiante de un profesorado terciario, sobre el recorte a la creatividad y libertad en discusiones teóricas y prácticas. “Se habla mucho de la importancia de la calidad educativa, dicen que se ocupan más del tema, pero yo no veo que mi hijo sepa cosas básicas que me enseñaban en la escuela cuando era chico”, opinión de un remisero, padre de un adolescente. “Por años renegué del colegio religioso al que me enviaron y ahora llevo a mis hijas allí porque creo que es lo mejor para ellas”, una madre de tres niños en una reunión con excompañeras de promoción. “Cuando sea grande quiero ser director de escuela para cambiar algunas cosas que no están bien”, un alumno de primaria.

Fuente: D. Norte

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