Murió Osvaldo Vignau, un predicador incansable del amor por los animales

Quienes lo conocieron no dudaron un segundo en definirlo como un alma solidaria, de profundos valores y convicciones, que ofrendó su vida entera a los animales y plasmó ese sentimiento casi indescriptible en el albergue levantado en un predio de la ruta 11, a pocos kilómetros de Resistencia.

Osvaldo Vignau era más que un “humanista”, tal el mote que le colocó Emilio Lagranja hace no muchos años y que él mismo exhibía con orgullo en el programa que conducía por Canal 9.
Era un cultor del amor a los animales desprotegidos y enfermos, a quienes les dio bienestar y les ofreció un lugar donde vivir. Su muerte, en la madrugada de ayer, provocó un profundo pesar entre los muchos amigos que dejó, y aun entre aquellos que no lo conocieron personalmente pero que alguna vez escucharon su incansable prédica a favor del cariño y el respeto de los humanos por las demás especies.

Un maestro del corazón

“Fue una escuela para muchos, sobre todo para quienes no tenían sentimientos por los animales. Era un hombre excepcional, correcto y muy buen anfitrión, que nos permitía gozar de la vida junto a él. Un hombre como nadie, que dio su vida a los animales”, definió ante NORTE “Pajarito” Gómez, uno de los entrañables amigos de Vignau.
Conmovido por la repentina partida, Gómez recordó que juntos hicieron conocer a los gobiernos de distintos signos políticos la obra de aquel “hermoso lugar” de la ruta 11 que él mismo llamó “El parque de Osvaldo Vignau”, donde no sólo albergaba a perros desamparados y enfermos, sino también caballos y gatos, la mayoría recogidos de las calles producto de accidentes, y otros que la gente dejaba a su cuidado por no poder mantenerlos.
Osvaldo Ernesto Vignau nació en la localidad de Azul, provincia de Buenos Aires, el 7 de abril de 1951. Luego de vivir algunos años en Corrientes, se radicó en Resistencia, donde montó una obra humanitaria sin precedentes, que llegó a alojar a 2.200 animales. Con sus propios recursos, instaló un hogar con todas las comodidades posibles para perros con enfermedades terminales, ciegos y paralíticos.
A través de un espacio en Facebook, difundió en los últimos años el trabajo que hacía junto a un grupo de colaboradores y familiares para recuperar a esos animales desprotegidos. A la hora de describir los fines del hogar, explicaba la decisión de albergarlos como una forma de “cobijarlos para su protección” y hacerlos felices.
“Nos conocimos hace más de 20 años”, recordó Gómez al repasar las vivencias junto a Osvaldo, su amigo “de toda la vida”. “Llegó a tener 2.200 animales en su momento de apogeo. Pero poco a poco la cantidad fue mermando y se quedó con 1.000. No tenía solamente perros sino también caballos, cerdos y gatos”, relató.

La tristeza de no poder

El “hogar” para las mascotas estaba acondicionado con todos los elementos necesarios para ofrecer bienestar: “Tenía un lugar con televisores para perros, que estaban en cunas y, durante el invierno, hasta tenían calefacción”, comentó Gómez. Los detalles abundan: disponía de un sector especial de terapia intensiva para el cuidado de perros accidentados o con enfermedades terminales, y Osvaldo tenía una especial dedicación para prepararles comidas con alimentos que compraba con sus propios recursos de frigoríficos vacunos o de pescaderías.
“Me acuerdo que por el transporte diario de los alimentos y por la propia sangre de los animales, se le arruinaron tres vehículos”, recordó Gómez. “Fue increíble su obra pero en los últimos tiempos estaba muy deprimido por el desenlace que tuvo el albergue y porque ya no podía sostenerlo”, lamentó. Así contó que la muerte de su padre, hace seis meses, marcó un quiebre en su vida: “Por su delicada situación económica, no pudo ir a Buenos Aires al sepelio y eso lo afectó mucho”.
Por eso contó que, junto a otros amigos, comenzaron a dar forma a un festival solidario que tendría como misión recaudar dinero para mantener el albergue de mascotas. Vignau comenzaba a sentir de un modo insoportable la impotencia de no poder ayudar a esos seres abandonados y heridos por los que había luchado toda su vida.

Cultor de la amistad

Fuera de la obra humanitaria del albergue, Vignau también será recordado como uno de los integrantes de “La Barra de Sasbón”, un grupo de amigos que acostumbraba reunirse una vez por semana en la oficina del farmacéutico Roberto Sasbón (fallecido trágicamente hace cuatro años).
“Nos juntábamos una vez por semana, y a veces más, en la oficina de Roberto. Éramos ocho al principio, pero después se fueron sumando. Cenábamos y disfrutábamos charlando de todos los temas”, contó Gómez. “Muchas veces estábamos reunidos y Osvaldo se iba, pasaba una hora y no volvía. Entonces había un prefecto principal que era jefe de Prefectura, Eduardo Coutiño, que ponía un cuadro con una foto en el lugar que había dejado libre, para hacer de cuenta que estaba presente”, relató a cuenta de las tantas anécdotas que le dieron los años de amistad con Vignau.
También recordó que “en los últimos años se le dio por escribir y a todos los de la barra nos dedicó un poema. Según contó la esposa, estaba escribiendo un libro, que dejó inconcluso”, agregó Gómez.
Ayer, en el espacio que Vignau tenía en Facebook, los mensajes de dolor, pero sobre todo de reconocimiento a su amor incondicional por los animales, se multiplicaban hora a hora. Una forma de decirle adiós a un personaje consecuente con su mensaje.



Fuente: D. Norte

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