Así como ocurrió en la pugna por detentar el control de la Legislatura, en la que algunos buscaban tan sólo alcanzar un espacio de poder y fundamentalmente de caja, en educación el conflicto abierto desde la dirigencia docente podría interpretarse con una óptica similar.
En el sistema provincial los sindicatos tienen varios espacios de dominio e injerencia, tanto de poder como en el acceso a dinero. Ambos son la principal razón de disputa y contienda entre pares. El primero de los campos de batalla aparece claramente expuesto con la herramienta pública más conocida: el paro. Sea en instancias de negociación de políticas o aplicación de medidas con el poder central, la simple amenaza de una protesta alcanza para demorar una política gubernamental y hasta para torcerle el brazo a cualquier gobierno.
Cogobernantes
Los maestros participan en el co-gobierno del sistema educativo —ya lo mencionamos en varias ocasiones— a través de la elección de sus representantes para las juntas de clasificación (valoración de legajos, organización de concursos y designaciones), tribunal de disciplina (control y recomendación de sanciones) y consejo de educación (asesoría al Ministerio). También lo hacen en instancias excepcionales como los recientes congresos por la nueva ley educativa provincial o en definiciones de orden normativo, administrativo o funcional.
Pero tras bambalinas tienen derecho a licencias gremiales (permisos que los exime de trabajar en la escuela) y acceso a determinadas áreas para tramitar beneficios para sus pares.
Ventajeros
El panorama cambia cuando esos representantes utilizan sus prerrogativas para obtener favores personales, disponer sobre designaciones de cargos u horas cátedra en ciertas escuelas u oficinas y hasta influir en el ‘cajoneo’ de papeles o poner palos en la rueda a terceros. En cuanto a lo monetario, entre los muchos servicios que prestan a sus afiliados (perfeccionamiento, tramitación de gestiones personales, ayudas especiales, alojamiento) todos son cobrados en cómodas cuotas y, algunos de ellos, rayanos con la usura.
Una vía de intromisión muy seria es la facilitada a las entidades gremiales con el uso de los códigos de descuento por préstamos o por la compra de efímeros paliativos; buena proporción de maestros está sumido hoy varios metros bajo tierra y sin vislumbrar una situación salarial saneada en el corto plazo.
Cuando la inconducta gremial sustituye su sentido primero y se confunde con otras vertientes, nutre el conflicto, las diferencias extremas, los enfrentamientos irreconciliables entre pares como a los que asistimos en la actualidad. Más desencuentros
Por años muchos maestros, en actividad y jubilados, intentaron consensuar voluntades con la certeza de que en la unidad radica la fuerza. De más está decir que esos deseos fueron en vano. Hace una semana los representantes de los docentes se volvieron a juntar en lo que luego se conoció como el quinto fracaso en las reuniones con autoridades del Ministerio de Educación.
En los días posteriores al fallido encuentro las versiones e interpretaciones de cada participante no se hicieron esperar. Unos propusieron nuevos criterios de representatividad sindical más convenientes. Otros opusieron dura resistencia y plantearon avanzar en temas propuestos en agenda. Los funcionarios dieron por agotada la discusión de ese punto y adelantaron que continuarán las conversaciones con cada sindicato por separado.
Ni el rechazo a los descuentos por días de paro concitó la proclamada unanimidad, que antes del comienzo de las clases acaparó sobrados pronunciamientos mediáticos.
Tampoco los unió la defensa por intereses tan acuciantes como los atrasos en pagos de proporcionales de vacaciones, del proyecto escuela de verano, por errores en las liquidaciones y otros reclamos de naturaleza económica que se agravan aún más para docentes del interior.
Que una docena de sindicatos no consiga salir de la trampa de oponerse al discurso ajeno es grave; que un universo superior a los 20.000 docentes esté representado por esos dirigentes es lamentable.
La docencia busca ejemplos. La sociedad espera acciones, no más palabras.
Fuente: D Norte
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